Claves escondidas en el valle del espejo: segunda entrega
Uno de los elementos primordiales de un libro es su portada. Será lo primero que vea el lector y lo que llegará a un público más amplio (pues no todas las personas que vean el libro lo comprarán, así que se puede decir que la portada llegará incluso más allá que el propio contenido del libro), así que, para empezar, tiene que ser atractiva. Pero también tiene que ser fácilmente reconocible y, además, "resumir" el libro de alguna manera. Por último, también debería estar enfocada al público potencial del libro, pero eso ya es otro cantar, ¿por qué? Porque a veces, creemos que nuestras historias están dirigidas a cierto público pero, a la hora de la verdad, le interesa más a otro. No obstante, siempre hay que tener este último elemento a la vista (y hacer, al menos, el intento).
¿Ilustración o banco de imágenes?
Para que una portada sea reconocible, tiene que ser única. Cuando se diseña una portada, existen dos opciones: elegir una fotografía o pintura de un banco de un banco de imágenes o contratar a un artista para que la cree desde cero. El problema de usar los bancos de imágenes para diseñar una portada es que te puede pasar como a Pérez - Reverte con su novela Falcó, es decir, que haya más novelas que ya han usado esa fotografía. La mejor opción, por tanto, es la segunda: crear una ilustración para tu libro desde cero. Y para eso, hay que contratar a una ilustradora o un ilustrador.
En mi caso, tenía dos opciones: que la imagen de portada la dibujara Emilio Díaz Estepa, el artista que hizo las ilustraciones del interior (de las que ya hablaremos otro día) o contratar a alguien nuevo. Lo más lógico hubiera sido que la hiciera Emilio, dado que llevábamos meses trabajando juntos y él ya conocía los relatos del libro, pero nos encontramos con un obstáculo: Emilio trabaja en blanco y negro, y yo quería una portada a color. Él no se hubiera encontrado a gusto trabajando en un terreno que no es el suyo, y yo no estaba segura de la respuesta que podría tener en el público potencial una portada en B/N.
Ante esta situación, contacté con la editorial. Me respondieron con una muestra de cada artista que trabaja con ellos y, después de dudar entre varias opciones, elegí a la ilustradora que creó la imagen final: Mª José García Luna.
La estética: las dos versiones de la ilustración
Hasta ahora, esto lo sabían pocas personas: la imagen que finalmente acabó en la portada de El valle de los espejos perdidos no fue la primera versión. Hubo una primera que se descartó, dado que el resultado fue diferente a lo que buscaba y no se correspondía con la imagen que yo quería mostrar del libro.
Entre María José y yo habíamos decidido que buscaríamos colores planos, con ese toque viejo de los libros de cuentos antiguos (aunque teniendo en cuenta que eran relatos cortos para adultos) y donde la naturaleza tuviera mucha fuerza. Trabajamos sobre los elementos que estarían presentes y me enseñó algunos modelos en los que podría basarse.
Como veis, la impresión visual de estas portadas tiene un efecto entre mágico y siniestro, ¡eso era justo lo que yo quería! Sin embargo, al resultado final le faltó el tenebrismo, lo dramático, la oscuridad. Esta fue la ilustración desechada:
Lo confieso: me agobié bastante. No se percibía la esencia del libro y ni siquiera me gustaba, estéticamente hablando. La imagen me transmitía, más bien, una excursión campestre en un día de primavera. Los animales, que se habían elegido como un guiño a la "Canción de lluvia", es decir:
Allí, donde maúllan los gatos rojos.
Allá, donde aúllan los lobos blancos.
Como decía, ahora, en color (Mª José me había enseñado bocetos a lápiz) estos animales me resultaban extraños e infantiles, y no parecían comulgar con el resto de la ilustración. Y, como ya he dicho, la luz: faltaba dramatismo y oscuridad.
Hablé con Mª José para atajar el problema lo antes posible: admito que sentí un gran alivio cuando se mostró comprensiva y dispuesta a hacer todo lo posible para solucionar el asunto. En resumen, que fue un primor. Le expliqué dónde estaba el problema, le propuse eliminar algunos elementos, darle más realismo a las ramas de madera y sustituir el interior del espejo por niebla y óxido. Por su parte, ella sugirió cambiar los materiales y usar acuarela, lo que reemplazaría los colores planos por texturas disueltas. El resultado fue completamente diferente a la imagen anterior (es increíble lo que puede cambiar una ilustración modificando un par de detalles).
Et voilá!
Los elementos: la piedra de ámbar y la llave de plata
¿Por qué elegí estos dos objetos de entre todos los que aparecen en los relatos? La respuesta es sencilla y compleja a la vez: el significado que tienen en cuanto al conjunto es una de las claves para entender el universo de Valdespejo. Es decir: una vez hayas leído el libro, mirarás la portada y estos dos elementos le darán un nuevo significado, ayudando al lector a desentrañar el misterio que envuelve a este lugar. Pues ¿por qué ocurren estas historias allí? ¿Qué tiene el aire de esta tierra que envuelve al lugar en este ambiente de realismo mágico? ¿Existe una razón para ello? ¿Se puede escapar allí?
La piedra de ámbar aparece en el relato titulado "Negro como el carbón", donde el minero Juan se perderá en la mina en la que trabaja en busca de una energía que proviene desde dentro de él mismo. Sin saber por qué, tan solo cava y cava, cada vez más profundo, hasta encontrar una piedra de ámbar donde una mariposa se quedó encerrada en algún momento, tiempo atrás. Y entre sus manos...
La resina fosilizada se iluminó con las mismas motas de luz de estrella que relucían en las paredes. La claridad permitió ver que el insecto era una mariposa de colores chispeantes. Por un instante, pareció que sus alas volaban sin moverse, bailando quietas. Juan supo que aquel insecto era él mismo, encadenado a las rocas bajo la tierra. Era él el que estaba enterrado en la resina fría.
Al igual que la mariposa, los habitantes de Valdespejo están encadenados a esa tierra, encerrados entre sus fronteras translúcidas, como en una piedra de ámbar. Dentro de la resina, sus alas se mueven, vivas. Pero desde fuera... solo podemos percibir la quietud de un espejo, sin poder ver el otro lado. Dos mundos separados por un reflejo, que se miran el uno al otro como un objeto inanimado. Y que, sin embargo, son dos caras de la misma realidad. Profundizaremos en esto en las siguientes entregas, concretamente cuando os hable del relato "Cuento de Navidad".
Por otra parte, la llave plateada aparece en el relato "Algas rojas": es el objeto que la madre de Corelga le da como regalo antes de entrar por última vez en el diferinto. Según le explica, es un legado que se ha pasado de madre a hijas desde que ella tiene conocimiento. Este hecho insinúa que, en la familia de Corelga, las mujeres de la familia conocen la existencia del diferinto, "el laberinto de los símbolos", que hasta el momento Corelga pensaba que solo ella conocía. Esa llave abre (o cierra) cierta puerta: una de las puertas del diferinto, la que tiene pintada un ojo rojo en su superficie de madera. Dentro, hay una habitación, donde vive todo aquello que Corelga desea. Pero esa habitación, además, fue el comienzo de una ruptura con la realidad que marcó la vida de Corelga para siempre, el principio de un camino que la hizo convertirse en el pueblo en "la bruja de pelo verde y rojo que vive junto al río". Pero sabéis que las brujas saben muchas cosas, ¿verdad? Por eso las llaman "brujas".
Mi tía Corelga sí que me contó algo raro. Me dijo que, en realidad,
los espejos son puertas hacia otras realidades. No podemos atravesarlas,
pero ahí están, nosotros mismo en otro mundo haciendo lo mismo,
viviendo la misma vida. [...] Pero aquí, en Valdespejo, no funciona así.
No vivimos fuera del espejo, encontrándonos con los otros de vez en
cuando, sino dentro. Nosotros somos la fuente.
Pero Corelga tardó mucho en darse cuenta de esto. Y todo empezó con esa llave, en la habitación de la puerta del ojo rojo al pincharse con un compás en el dedo y sangrar. ¿Y sabéis lo que significa eso? Yo sí, pero os lo contaré... en la próxima entrega.